Rumbos de la escultura española del siglo XX

Título de la exposición: Rumbos de la escultura española del siglo XX
Comisaria: Ana Vázquez de Parga
Fecha: 13.12.2001 – 10.02.2002
Espacio: CAAM – Los Balcones 11. Las Palmas de Gran Canaria. España.
Horario: de martes a sábado de 10 a 21h. y domingos de 10 a 14h.

Desde el próximo 13 de diciembre y hasta el 10 de febrero del 2002, el CAAM muestra una extraordinaria y esquemática revisión de la creación escultórica en España a lo largo del siglo XX.

Comisariada por Ana Vázquez de Parga, ‘Rumbos de la escultura española en el siglo XX’ mostrará 68 esculturas de Picasso, Miró, Gargallo, Palazuelo, Antonio López, Óscar Domínguez, Chirino, Oteiza, Chillida y Juan Muñoz, entre otros.

‘Rumbos de la escultura española del siglo XX’, organizada en colaboración con la Fundación Santander Central Hispano y comisariada por Ana Vázquez de Parga plantea una visita por la escultura española del siglo XX desde los primeros síntomas de ruptura con los modelos clásicos de la Academia hasta la conquista de las vanguardias históricas, la apertura hacia la investigación-creación conceptual, durante los años 80.

‘El recorrido de la exposición viene marcado por dos tendencias claramente definidas’, explica la comisaria. ‘En un primer momento, la ruptura que desde los primeros años del siglo XX se separó de los cánones establecidos y que llegó con el tiempo a prescindir totalmente del objeto de representación’, y, por otro lado, ‘la transformación de la escultura que asume ciertos elementos nuevos dentro de su conformación clásica, con tendencia hacia el primitivismo que se manifiesta en la utilización de la talla directa de materiales nobles como la madera o la piedra’.

Estas dos grandes líneas corresponden a los dos bloques en los que se ha dividido la exposición: Fracturas y La tradición revivida.

Fracturas ‘trata de la evolución de la creación tridimensional a partir de la gran ruptura que supone el hallazgo de Picasso y Julio González: «el dibujar en el espacio», creando el volumen a partir del vacío que sustenta el interior de la pieza, uniendo fragmentos que delimitan el espacio, construyendo la obra a base de unir pedazos de hierro, objetos industriales encontrados u otros materiales’.

Este bloque cuenta con varios apartados que muestran la evolución de esta tendencia:
Construir destruyendo: En él están representados los innovadores en este camino iniciado con Braque y Picasso, que desembocan en la fragmentación del cubismo, y que continúa con los constructivistas rusos. Llega a su cenit en los años 30 con el empleo de las nuevas técnicas industriales utilizadas por Picasso y González, así como la forja de chapa recortada de Gargallo y Ramón Acín.

Fragilidad de los nuevos materiales, el objeto poético. Los contactos que se producen, también en los años 30, entre dadá y constructivismo alemán abren las puertas a los surrealistas para desarrollar sus nuevas teorías sobre la escultura. Los materiales frágiles y de desecho son propicios para el automatismo predicado por Breton. Miró o Clavé dan pie a obras surrealistas como las del canario Óscar Domínguez, a las de flejes y chapas de Cristofol o Alberto y a las de André Alfaro, en los 50, que sirven de cinta transmisora de vanguardias entre generaciones.

Los constructores. Resurgir del hierro. Resurge en España, en los años 50, la abstracción geométrica impuesta en Europa en los primeros decenios del siglo. Los nuevos constructores vuelven al hierro y a los metales para expresarse. Utilizan para ello el gesto, el espacio determinado por la línea y los planos uniformes que lo cierran y lo vacían. Esta reconstrucción de la escultura está cargada de concepto y de pensamiento enunciado en formas. Oteiza, Chillida, Ferrant, Martín Chirino, Pablo Serrano y Palazuelo son algunos de sus exponentes.

Desmaterialización de la obra de arte. A finales de los 60, fundamentalmente en Estados Unidos, se abandonan los soportes tradicionales. No hay barrera entre el arte y la vida. Todo puede ser arte. Aparecen los «happenings», las instalaciones efímeras, el arte grupal y un sinfín de ismos. Su reflejo en España se treduce en lo que se ha llamado genéricamente «conceptual». Abundaron las «acciones» de grupo, como Zaj, o individuales como las realizadas por Juan Hidalgo, Nacho Criado, Mitsuo Miura, Schlosser o Carlos Pazos.

En el umbral de la posmodernidad. Espacio y memoria. Surge una generación, que madura en los 80, que toma un camino radicalmente nuevo en cuanto a la concepción de la escultura. Se vuelve a construir el objeto artístico, pero se cambia la relación entre el espectador y la obra de arte. La escultura se expande e invade el espacio del espectador, así se convierte en un paisaje en el que la persona penetra, lo atraviesa y así se integra en él. Las formas permanecen, pero su función semántica es ahora totalmente distinta. Miquel Navarro, Sergi Aguilar, Susana Solano, Cristina Iglesias, Txomin Badiola, Jaume Plensa y Juan Muñoz forman parte de esta tendencia.

La Tradición revivida es el segundo bloque de la exposición. Muestra la rama más apegada a la tradición clásica, que había llegado a finales del siglo XIX ahogada en un exceso de academicismo, y que revive a partir de Rodin, Medardo Rosso y, posteriormente, de los postulados de Matisse, Picasso y Brancusi.

Esta tendencia, más naturalista, no abandona el sustrato de la realidad, aunque lo transforma y renueva. La diferencia fundamental con la otra vía es la manera de enfrentarse a las técnicas, que suelen ser tradicionales como la talla de materiales nobles o el modelado del barro que luego se puede fundir en bronce, y los modelos en los que fija su inspiración, que suelen ser los de tradiciones lejanas como las de las esculturas egipcias, sumerias o de las culturas primitivas mediterráneas.

La renovación del clasicismo. La renovación de la escultura tradicional clásica se da en España, fundamentalmente, a través de la cultura «mediterraneísta», de la mano de D´Ors. Bourdelle y Maillol, que trabajaron en el taller de Rodin, influyen en la obra de Manolo Hugue y Gargallo. Rebull y Mateo Hernández recogen de la escultura egipcia y sumeria la talla directa en piedra.

Depuración. Primitivismo. La simplificación de la realidad y la esencialidad de las formas, así como el interés suscitado por el primitivismo y el arte negro marcan el periodo de la escultura que va desde los años 20 hasta bien entrados los 40. En estos años en las obras de Picasso, Baltasar Lobo, Ferrant, Alberto, Condoy o Cristino Mallo aparecen ídolos y figuras antropomórficas cercanas a la abstracción, talladas en piedra, madera o fundidas en bronce.

Marginados en la realidad. En los años 60, cuando el informalismo se impone, hay tres escultores españoles que mantienen un realismo a ultranza, dentro de un purismo naturalista: Antonio López García y los hermanos Julio y Francisco López Hernández.

Reflejos de los neo-expresionismos en la posmodernidad. Durante los 80 se dan a conocer los «nuevos salvajes» alemanes que vuelven a la figuración expresionista, que reclaman la supervivencia de la pintura y el retorno de la figura humana.. En España este neo expresionismo prende rápidamente en la escultura de Andrés Ángel, Francisco Leiro y Juan Bordes.

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