Robert Capa. Restrospectiva

ROBERT CAPA ‘Robert Capa. Restrospectiva’

Artista: Robert Capa

Título de la exposición: Robert Capa. Restrospectiva
Fecha: 05.11.2010 – 30.12.2010
Espacio: CAAM – Los Balcones 11. Las Palmas de Gran Canaria. España.
Horario: de martes a sábado de 10 a 21h. y domingos de 10 a 14h.

Robert Capa. Restrospectiva

En diciembre de 1938, la prestigiosa revista británica Picture Post publicaba once páginas con imágenes de la Guerra Civil Española realizadas por Robert Capa, quien contaba con veinticinco años de edad, proclamándolo “el más grande fotógrafo de guerra del mundo”. Medio siglo después de su muerte, son muchos los que piensan que la extraordinariamente poderosa y emocionante cobertura de cinco guerras llevada a cabo por Capa le dan derecho a conservar ese título. Sin embargo, no sería apropiado clasificar a Capa simplemente como fotógrafo de guerra ya que muchas de sus imágenes capturan, con calor e ingenio, los goces de la paz. Algunas de sus fotografías expresan un lirismo tan tierno como el que vemos en la obra de su amigo André Kertész, mientras otras corresponden a momentos tan decisivamente configurados como los capturados por otro de sus amigos, Henri Cartier-Bresson. Hoy en día nos resulta cada vez más evidente que la compleja documentación fotoperiodística de Capa rivaliza, en sensibilidad, potencia emocional e impacto visual, con la producción más deliberadamente creativa de los profesionales de la fotografía artística.

Con todo, las fotografías de guerra continúan ocupando el núcleo de su obra. Además de documentar la Guerra Civil Española (1936–39), en 1938 Capa pasó seis meses en China fotografiando la resistencia frente a la invasión japonesa, marchando después a cubrir el escenario europeo de la II Guerra Mundial (1941–45), la Primera Guerra Árabe-Israelí (1948) y la Guerra de la Indochina Francesa (1954). El 25 de mayo de 1954, encontrándose fotografiando unas maniobras francesas en el delta del Río Rojo, perdió la vida al pisar una mina antipersona. Tenía cuarenta años.

A Capa le escandalizaban los horrores de la guerra, pero no era pacifista. La situación política de su tiempo le llevaría a reconocer que, en ocasiones, la guerra es un mal necesario: el único medio que existe para destruir un poder maligno o para defender una buena causa. Hizo explícita su disposición a arriesgar su vida cubriendo aquellas guerras en las que sintiera amor por uno de los lados y odio por el otro.

Capa es conocido sobre todo por esas fotografías suyas, tan pegadas al campo de batalla, que nos hacen sentir las sacudidas de la tierra. Pero otra parte de su producción se centra en documentar los sufrimientos de civiles inocentes y muy especialmente de niños. Capa estaba presente mientras las bombas caían sobre barrios habitados de Madrid, Hankou o Londres, pero rara vez fotografió a los muertos o a las personas malheridas, centrándose en lugar de ello en cómo los supervivientes seguían con sus vidas a pesar de las abrumadoras pérdidas y la estremecedora destrucción. Podría afirmarse que el triunfo del espíritu humano frente a la adversidad más aterradora constituye el gran tema de la fotografía de guerra de Capa.

Muestren soldados o civiles, lo que define a esas imágenes es su intimidad e inmediatez, su compasión y empatía, unas cualidades que Capa era capaz de incorporar sin dificultad alguna a su trabajo al haber vivido, él mismo, experiencias parecidas a muchas de las que fotografió: con sólo diecisiete años se convirtió en exiliado político húngaro y dos años después, en 1933, escapó de Alemania huyendo del antisemitismo nazi. En Berlín y París aprendió qué era el hambre. A su amada Gerda Taro, a quien ayudó a convertirse en fotoperiodista por derecho propio, la mató un tanque en 1937 en España mientras cubría una batalla, y él mismo arriesgó constantemente su vida fotografiando la primera línea de combate. Fue documentando la Guerra de Israel por la Independencia cuando supo que muchos de sus familiares habían sido asesinados en Auschwitz. No le resultaba, por tanto, difícil sentir empatía hacia los protagonistas de sus fotografías.

Y si la guerra moderna muestra una terrorífica tendencia a deshumanizar, la estrategia de Capa consistió precisamente en re-personalizarla, captando gestos individuales y expresiones faciales en primer plano. Como escribiera su amigo John Steinbeck, Capa “fue consciente de la imposibilidad de fotografiar la guerra por tratarse, en gran medida, de una emoción. Pero sí fotografiaba esa emoción al disparar la cámara junto a ella. Fue capaz de mostrar en el rostro de un niño el horror de todo un pueblo”.

Al final, la formidable potencia de las fotografías de Capa emana de su propia personalidad. Fue, en todos los aspectos, un hombre extraordinario, enormemente generoso, incisivo y divertido. Despreciaba la hipocresía y la pretenciosidad y nunca se autodenominó artista, y eso que poseía – no hay duda de ello – el espíritu del auténtico creador, es decir: realizaba su trabajo con gran inteligencia, pasión, destreza, sensibilidad, ingenio y gracia. Y aunque sus fotografías mantienen la condición de insuperable registro visual de acontecimientos tan trascendentales como el cerco de Madrid, el bombardeo japonés de Hankou y los desembarcos aliados del Día D, muchas de las imágenes de Capa encierran una cualidad intemporal y universal que transciende los hechos concretos de la historia.

Richard Whelan

Secciones que integran la exposición:

  • LEON TROTSKY 1932
  • FRANCIA 1936—1939
  • ESPAÑA 1936—1939
  • CHINA 1938
  • INGLATERRA E ITALIA 1941–1944
  • FRANCIA 1944
  • ALEMANIA 1945
  • EUROPA DEL ESTE 1947—1949
  • ISRAEL 1948—1950
  • AMIGOS
  • INDOCHINA 1954

LEON TROTSKY 1932

En el otoño de 1932, Capa se encontraba trabajando de ayudante en el cuarto de revelado de la prestigiosa agencia fotográfica berlinesa Dephot (abreviatura de Deutscher Photodienst), cuando se hizo público que el revolucionario ruso exiliado Leon Trotsky viajaría a Copenhague para impartir una conferencia a universitarios daneses, lo que constituía una gran noticia ya que, en los tres años transcurridos desde su expulsión de la Unión Soviética, Trotsky había permanecido confinado en una isla junto a la costa de Turquía sin conseguir el visado para viajar a los Estados Unidos o a cualquier otro país europeo.

Simon Guttmann, el jefe de Dephot, llevaba tiempo enviando a Capa a cubrir pequeñas misiones de unos pocos meses y estaba muy satisfecho de los resultados; por ello, como todos los fotógrafos habituales de Dephot se encontraban ocupados, sintió que había llegado el momento de encargar a Capa la cobertura del gran acontecimiento.

La mañana del domingo 27 de noviembre, Trotsky debía dirigirse a una audiencia de dos mil personas congregadas en el estadio de Copenhague —el Sport Palast— para hablarles sobre “El significado de la Revolución Rusa”. Temiendo un intento de asesinato de los estalinistas, Trotsky fue escoltado hasta el estadio por un contingente de doscientos policías a pie y a caballo, precauciones que resultaron innecesarias ya que por ahí no apareció el típico reventador de ese tipo de actos. “Pero, nadie pudo tomar fotografías” —Capa escribió— “pues Trotsky se negó en todo momento a que se le fotografiara. Había allí fotógrafos de todo el mundo, con sus cámaras de cajón, pero nadie pudo entrar. Yo llevaba en el bolsillo una pequeña Leica, por lo que nadie pensó que pudiera ser un fotógrafo. Entonces llegaron unos operarios portando unos largos tubos de acero para introducirlos a la sala, me uní a ellos y allá fuimos, mi pequeña Leica y yo, en busca de Trotsky”.

Trotsky era un gran showman de la oratoria y Capa ejecutó una teatral serie de imágenes en las que vemos al político golpeando el podio con el puño, gesticulando como un poseso y mostrando su ira frente al estado de cosas en la Unión Soviética. La reproducción a toda plana en Der Welt Spiegel, suplemento ilustrado del diario Berliner Tageblatt, representó un prometedor debut para el joven fotógrafo.

FRANCIA 1936—1939

En el otoño de 1934 Capa llega a París con la esperanza de triunfar como fotoperiodista. En lugar de ello se encontró, en un primer momento, con el hambre, aliviada tan sólo por la camaradería de la comunidad de refugiados húngaros y alemanes de Montparnasse. Al poco conoció a Gerda Taro, una joven germana que pronto se convertiría en su amante y que le fue de gran ayuda para vender sus fotografías. Conforme fue saboreando los encantos de París, Capa se fue enamorando de la ciudad y del pueblo francés hasta el punto de que, en 1938 Christopher Isherwood (a quien conoció a bordo de un barco con destino a China) escribió que Capa era “más francés que los franceses”.

En la primavera y el verano de 1936, Capa cubrió las tumultuosas manifestaciones y concentraciones y los encierros que rodearon la elección de la coalición de liberales, socialistas y comunistas conocida como Frente Popular, creada para combatir la creciente amenaza del fascismo internacional. Las fotografías que Capa realizó de esos actos aparecieron publicadas en la prensa de izquierdas gala y supusieron el inicio de su reputación.

Cuando no se dedicaba a documentar convulsiones, Capa apuntaba con su cámara a toda una serie de temáticas no políticas: de una sociedad de veteranos heridos de la I Guerra Mundial (los Gueules Cassées o “caras rotas”) a una exposición de nuevos inventos, la mayor parte de ellos destinados a caer en el olvido; un corpus de trabajo que encarna un retrato, maravillosamente inusual, de la vida parisina de fines de la década de los treinta.

ESPAÑA 1936—1939

Eh julio de 1936, una alianza de monárquicos y fascistas capitaneada por el General Francisco Franco inició una guerra civil para derrocar al gobierno legítimamente elegido de España, que agrupaba a liberales e izquierdistas. En el primer viaje que realizó (en compañía de Gerda Taro) para cubrir el conflicto, Capa fotografió las luchas en el sur y en las regiones nororientales de Cataluña y Aragón.

En los primeros días de noviembre de 1936, las tropas fascistas iniciaron sus ataques a Madrid, que fue salvada por la llegada de un gran contingente de voluntarios extranjeros: las Brigadas Internacionales. Cuando el periódico francés Regards publicó las primeras imágenes de Capa del cerco de Madrid, la cubierta del diario calificó de “prodigiosas las fotografías de la “crucificada capital”. Capa viajó a España en numerosas ocasiones y pasó mucho tiempo en Madrid, sometida a fuertes ataques de artillería y bombardeos. “Nadie está a salvo de esta guerra en ningún sitio”. —escribió— “Las mujeres permanecen en la retaguardia, pero la muerte, esa ingeniosa muerte caída del cielo, da con ellas”.

Tras la muerte de Gerda Taro, ocurrida en julio de 1937, Capa marchó a Nueva York para visitar a su madre y a su hermano y en 1938 pasó seis meses en China. A su regreso en octubre de 1938, utilizó como base Barcelona, en aquellos momentos sometida los bombardeos y a la amenaza del rápido avance de las tropas fascistas. Entre sus fotografías más conmovedoras se encuentran las que documentan el éxodo, a finales enero de 1939, desde la capital catalana hacia la frontera francesa. Madrid resistió hasta el mes de marzo, cuando su caída completó la victoria fascista.

CHINA 1938

En julio de 1937 Japón, aliado de Alemania e Italia, invade China con la esperanza de lograr el reconocimiento formal de la soberanía que los japoneses ejercían de facto sobre Manchuria. Los combates obligaron a Jiang Jienshi (Chiang Kai-shek) a formar una alianza con sus enemigos acérrimos, los comunistas, una circunstancia que hizo que fueran muchos —Capa incluido— quienes vieron la guerra en China como el frente oriental de la lucha del Frente Popular contra el Fascismo, de la que la Guerra Civil Española constituía la trinchera occidental. Muchas de las imágenes de Capa sobre China traen ecos de las que había realizado en España. Sus fotografías de los dos conflictos muestran cómo la guerra reduce a las naciones al mínimo denominador común de violencia y sufrimiento.

A principios de abril de 1938, al poco de llegar a China en compañía del realizador de documentales Joris Ivens, Capa fotografió la batalla de Tai’erzhuang, considerada la primera derrota frontal jamás sufrida por el ejército nipón. Tras ello, pasó un largo periodo en la capital provisional, Hankou, sometida a severos bombardeos. Algunas de las fotografías más impactantes de su carrera, tanto desde el punto de vista emocional como desde una perspectiva gráfica, documentan las secuelas de las incursiones aéreas japonesas.

Capa acompañó a Ivens a Xi’an y Guangzhou y fotografió la devastadora inundación ocurrida cuando Jiang Jienshi dio la orden de dinamitar los diques del Río Amarillo, cerca de Zhengzhou, para detener el avance japonés. Capa esperaba visitar a Mao Zedong y sus fuerzas comunistas en su puesto occidental de avanzada de Yenan, pero el gobierno de Jiang frustró los esfuerzos del fotógrafo por llegar allí. Capa abandonó China a finales de septiembre de 1938, poco antes de la caída de Hankou en manos japonesas.

GRAN BRETAÑA E ITALIA 1941–1944

No deja de resultar irónico que el mismo hombre que en 1939 fuera aclamado como “el más grande fotógrafo de guerra del mundo” no tuviera hasta 1943 quien le enviara a un campo de batalla. En 1941 Capa pasó varios meses en un Londres devastado por los bombardeos alemanes, regresando a la capital británica en 1942. Pero no fue hasta marzo de 1943 cuando fue finalmente enviado a África del Norte como fotógrafo/corresponsal, el único fotógrafo procedente de un país en guerra con aquel territorio acreditado como tal ante el ejército norteamericano.

En el verano de 1943, Capa fotografió la toma de Sicilia por los aliados. En un primer momento compartió un jeep con John Hersey (cuya novela Una campana para Adano, ganadora del Premio Pulitzer, está basada en sus experiencias en Sicilia). En los alrededores de Troina, una ciudad en lo alto de una colina que los alemanes tenían rodeada con complejas defensas, Capa se encontró con un viejo amigo de la guerra de España, Herbert Matthews. Juntos cubrieron el sitio, que duró una semana y que presentó numerosos paralelismos con otra experiencia compartida por ambos: el sitio de Teruel, una ciudad situada también en un alto. En ambos casos los dos hombres entraron en la ciudad con la primera patrulla que se adentró en ellas, y en cada una de las ciudades Capa fotografió a un hombre portando a un niño gravemente herido y traumatizado.

Desde Sicilia, Capa marchó a cubrir la contienda en la Italia continental, acompañando a las tropas aliadas en su avance hacia el norte desde la península de Sorrento hasta Nápoles. En esta última ciudad fotografió el funeral de una veintena de estudiantes de bachillerato que habían sustraído armas y munición con las que enfrentarse a los alemanes. Alrededor de las imágenes de las desoladas madres Capa escribió: “Esas son mis imágenes más auténticas de la victoria”.

FRANCIA 1944

El 6 de junio de 1944, Día D, Capa fotografió el desembarco anfibio de las tropas americanas en la sección de costa de la Normandía francesa bautizada con el código de Omaha Beach. Poco antes del amanecer, pisó tierra con la primera oleada de tropas y fotografió a los soldados estadounidenses luchando para abrirse paso por la playa fuertemente defendida. “Las balas abrían agujeros en el agua a mi alrededor y me dirigí al obstáculo de acero más cercano.” —escribió— “Era muy pronto todavía y todo estaba demasiado gris para conseguir buenas imágenes, pero el agua gris y el cielo gris hicieron a esos hombrecillos, que sorteaban los obstáculos creados bajo los designios surrealistas del grupo de expertos anti-invasión de Hitler, enormemente efectivos”. Salvo once, todos los negativos de Capa resultaron dañados por el exceso de celo de un trabajador del cuarto de revelado de la oficina londinense de Time Inc., que puso la temperatura de la secadora demasiado alta. Cuando Life publicó las fotografías, un pie de foto explicaba de manera inexacta que “la enorme excitación del momento hizo que la cámara del fotógrafo Capa se moviera y la imagen se volviera borrosa”.

Junto a Ernest Hemingway, Capa acompañó a las unidades blindadas norteamericanas desde Normandía hasta las afueras de París donde, el 25 de agosto de 1944, el fotógrafo se unió a la división blindada francesa que actuó de punta de lanza de la liberación de la ciudad. Recibido en los antiguos lugares de encuentro que solía frecuentar con abrazos y champán, pronto se estableció en una modesta habitación del lujoso Hotel Lancaster, que continuaría siendo su base de operaciones hasta el fin de sus días.

ALEMANIA 1945

A finales de marzo de 1945, Capa se lanzó en paracaídas con las tropas americanas sobre Alemania. Tuvo suerte de caer en un campo, ya que muchos de los paracaidistas quedaron atrapados en las copas de los árboles y perdieron la vida bajo las balas, colgados de las ramas, sin poder hacer nada para evitarlo. Otros americanos murieron por el impacto de los incontrolables planeadores contra el suelo. Muy pronto, los paracaidistas obligaron a una unidad alemana y a varias familias de civiles a salir de un grupo de granjas ardiendo.

Unas semanas después, Capa se unió al Primer Ejército de los EE.UU. en su entrada a Leipzig, antiguo hogar de Gerda Taro. Mientras fotografiaba a un cabo manejando una ametralladora en el balcón de un edificio de apartamentos, un proyectil de un francotirador impactó, desde la calle, al joven militar, matándolo casi al instante. Capa siempre se referiría —simbólicamente— a aquel muchacho como “el último muerto de la II Guerra Mundial”.

EUROPA ORIENTAL 1947—1949

La Unión Soviética de la posguerra estaba cerrada para la mayor parte de los fotógrafos occidentales, por lo que Capa no dejó pasar la oportunidad de viajar allí con su amigo John Steinbeck, un autor cuyas novelas contaban con el beneplácito del gobierno ruso que las incluía dentro del Realismo Socialista. Capa y Steinbeck pasaron un mes del verano de 1947 en la URSS visitando Moscú, Stalingrado, Georgia y Ucrania. En Viaje a Rusia,su libro de colaboración con Steinbeck, Capa se lamenta con ironía: “No estoy nada contento. Los ciento noventa millones de rusos están en mi contra. No llevan a cabo concentraciones salvajes en las esquinas, no se abandonan a un amor libre espectacular, no presentan ningún tipo de apariencia especial, son gente extremadamente recta, moral, trabajadora; para un fotógrafo, tan aburridos como una tarta de manzana. Se diría también que les gusta el estilo de vida ruso y que detestan que se les fotografíe. Mis cuatro cámaras, utilizadas en guerras y revoluciones, están muertas de asco, y cada vez que disparo algo sale mal”.

En 1948, Capa acompaña al escritor Theodore H. White a Hungría, Polonia y Checoslovaquia. Al final de la guerra, el fotógrafo fue incapaz de imaginarse siquiera documentando las atrocidades cometidas en los campos de concentración nazis, donde muchos miembros de su extensa familia habían fallecido. Sin embargo, en ese viaje, visita finalmente Auschwitz, que acababa de ser reabierto como monumento conmemorativo a las víctimas del Holocausto.

ISRAEL 1948—1950

Capa viajó a Tel Aviv el 14 de mayo de 1948, con motivo de la proclamación de la fundación del estado de Israel, permaneciendo en la nueva nación por espacio de unas seis semanas para cubrir la guerra que estalló tras el ataque de los vecinos árabes. Escribió que veía un gran parecido entre el ejército israelí y el ejército republicano español de los primeros días de la Guerra Civil: “El mismo entusiasmo, las mismas diferencias en políticas, profesiones y edades”.

Capa cubrió la construcción de una carretera de aprovisionamiento de emergencia a Jerusalén, terminada justo antes del inicio – el 11 de junio – de una tregua de cuatro semanas. El 22 de junio, cuando unos israelíes de extrema derecha pusieron esa tregua en riesgo al intentar descargar un cargamento de armas en Tel Aviv, las tropas gubernamentales israelíes abrieron fuego contra el Altalena, el barco que transportaba las armas, y contra los partisanos que trataban de descargarlas en la playa principal de la ciudad. Un proyectil rozó a Capa mientras fotografiaba el incidente.

En sus dos siguientes viajes a Israel, en 1949 y en 1950, Capa se centró sobre todo en las dificultades de los refugiados que llegaban al país, donde acababan internados en enormes campamentos hasta que se conseguía encontrar viviendas y empleos para ellos.

AMIGOS

Parece que prácticamente todos los que se tomaron una copa con Capa – o jugaron al póquer con él, o le acompañaron a las carreras – se consideraron, en base a esas pocas horas pasadas en su compañía, íntimos amigos del fotógrafo. La gran actriz Geraldine Fitzgerald recuerda a Capa como alguien “simpatiquísimo, que transmitía una especie de euforia interior, una euforia que tenías la sensación de que quería compartir… Parecía siempre que se estaba divirtiendo muchísimo y la gente quería unirse a él y compartir esa diversión”.

Contaba con una asombrosa constelación de amigos, muchos de ellos fotógrafos y periodistas tan nómadas como él. Siempre que Capa y sus amigos coincidían en un lugar, reanudaban su interrumpida amistad aunque fuera por un breve lapso de tiempo. Parecía tener amigos en todas partes; llegaba, hacía unas cuantas llamadas telefónicas y al momento había una fiesta o una partida de póquer montada.

En casa, en París, Capa contaba con un círculo de amigos compuesto sobre todo por expatriados americanos: Ernest Hemingway, John Steinbeck, Irwin Shaw, el columnista Art Buchwald, el guionista Peter Viertel o los directores de cine John Huston y Anatole Litvak. Pablo Picasso y Françoise Gilot eran buenos amigos. Luego estaba la amplia familia de fotógrafos de Magnum, todos los cuales tuvieron acceso al mundo de brillo y glamour de Capa.

INDOCHINA 1954

En 1946, los comunistas y nacionalistas vietnamitas (Viet Minh) inician una guerra contra los colonizadores franceses. El conflicto llegó a su cénit en marzo de 1954, cuando 50.000 soldados Viet Minh rodearon una guarnición de 13.000 hombres en el destacamento francés de Dien Bien Phu Aproximadamente el 1 de mayo Capa aceptaba sustituir por un mes al fotógrafo de la revista Life en Vietnam.

El 7 de mayo, un día o dos antes de su llegada a Hanoi, Dien Bien Phu cayó en manos del Viet Minh. El anuncio del Viet Minh de la liberación en Luang Prabang, en el norte de Laos, de setecientos cincuenta soldados franceses enfermos o heridos de entre los miles de prisioneros que habían tomado en Dien Bien Phu hizo que Capa se desplazara a esa ciudad. A su regreso a Hanoi, comenzó a trabajar en un relato sobre la situación militar en el delta del Río Rojo, donde la actividad del Viet Minh era cada vez mayor. El 25 de mayo, acompañó a una misión francesa a evacuar y destruir dos pequeños fuertes situados entre Nam Dinh y Thai Binh. El convoy hubo de detenerse en un punto y Capa se adentró con un destacamento de soldados en un campo junto a la carretera. Robert Capa pisó una mina antipersona y murió.

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