Eduardo Gregorio. Antológica

Título de la exposición: Eduardo Gregorio. Antológica
Fecha: 20.02.2001 – 05.04.2001
Espacio: CAAM – Los Balcones 11. Las Palmas de Gran Canaria. España.
Horario: de martes a sábado de 10 a 21h. y domingos de 10 a 14h.

El CAAM acogerá en sus salas, desde el 20 de febrero al 15 de abril de 2001, una selección de más de cincuenta obras del escultor canario Eduardo Gregorio (1903-1974): Esculturas, dibujos y cerámicas dispersas por África, América y Europa.

Será la primera ocasión en la que el público podrá contemplar un conjunto representativo de la creación de este escultor ya que, como explica Lázaro Santana -comisario de la muestra- en el catálogo, «la obra de Gregorio siempre ha constituido un enigma; salvo los visitantes de sus exposiciones de 1950 y 1956 (ambas en Barcelona), nadie ha visto reunido un conjunto significativo de esa obra como para hacerse sobre ella un juicio crítico fiable». «En la presente exposición figuran esculturas correspondientes a los dos periodos más relevantes de la trayectoria de Gregorio», continúa Santana, «casi todas las piezas se exhiben en Canarias por primera vez y muchos de esos trabajos son inéditos incluso para los críticos e historiadores del arte insular».

Eduardo Gregorio, uno de los primeros alumnos de la renombrada Escuela Luján Pérez y, posteriormente, director de la misma, no fue un escultor prolífico, pero su trabajo cuyo «desarrollo se produce en un despojamiento del bloque sin transiciones bruscas, buscando la pureza de una forma esencial» -según palabras de José Corredor-Matheos, en un texto del catálogo de esta exposición-, fue celebrado internacionalmente. En Venezuela, país donde vivió largas temporadas, obtuvo el Premio Nacional de Escultura en 1957. Representando a este país, esta vez en su faceta ceramista, logró la medalla de plata en la Exposición Internacional Contemporánea de Praga y la de oro en la de Buenos Aires, en 1962.

Pedro González, amigo de Gregorio, recuerda una muestra del escultor en Caracas: «Exposición que causó verdadero interés no sólo por la calidad de las piezas cinceladas en piedra, madera y alabastro, por su dorsiano buen hacer sino también por el concepto moderno en su concepción estética. Torsos, cabezas y masas abstractas que se levantan del suelo como hélices que regresan de cortar el viento. Todo respira un claro diseño expresivo que mima la materia para definirse en sí misma como una realidad espacial llena de hondo sentido matérico. Por otra parte, el indigenismo comienza a aflorar en un perfil que luego sería consustancial en la obra de Felo Monzón, Plácido Fleitas, Antonio Padrón…».

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